Esta es la historia de Nick, un británico disléxico que abandonó el colegio a los 17 años. Podría haberse hecho albañil o conductor de carretillas en un almacén, pero eligió entrar en una cadena de hoteles británica, escalando poco a poco hasta llegar a trabajar en el mítico
Grosvenor House en Londres dirigiendo su marketing.
Tras unos buenos años decide montárselo por su cuenta y, tras pedir un préstamo al banco, lanza un restaurante en el Soho londinense: Over The Top. Fracaso estrepitoso. Negocia con el banco y, antes que dar por perdida la deuda aceptan que le dé una vuelta y lo reconvierte a ‘Café Bohème’: segundo asalto.
El negocio empieza a ir bien y el propietario del edificio le ofrece en 1995 las oficinas del piso de encima: Nick decide lanzarse y montar allí un club privado para los artistas y actores que son clientes habituales del café. ¿El nombre? No podía ser más sencillo: Soho House.
Veintiséis años después la empresa que controla Soho House
ha salido a bolsa con una capitalización que actualmente ronda
los 3.000 millones de euros, formando una red de 27 clubes privados en 10 países con una lista de espera de más de 60.000 personas. Declaran
no haber tenido beneficios ni un solo año con una considerable deuda a largo plazo: se justifican con que han ido reinvirtiendo los beneficios en abrir nuevos clubes.
Está claro que
Soho House tiene que ser algo más que un club privado: posee restaurantes, habitaciones donde pueden dormir socios y no socios,
un coworking, una marca de spa y cosmética propia -que, por cierto, en España se puede comprar
en Laconicum- y hasta
la opción de comprar muebles. Pero vayamos al grano.